La agresividad se puede definir como un conjunto de patrones de actividad que se manifiestan con mayor o menor intensidad, de forma física o a través de expresiones verbales. Asimismo, también se considera que una conducta agresiva es un comportamiento primario en la actividad de los seres vivos.
Tal y como indica el médico y grafólogo Claude Villard en la revista de la Société Française de Graphologie (nº 301, enero 2016), “la agresividad forma parte de la naturaleza del hombre y es un factor vital de relación en el mundo. En el plano biológico, es una lucha por la supervivencia y, en el plano psicológico, es una afirmación de uno mismo para conservar la autonomía”.
Adler encuentra la motivación en un complejo de inferioridad, opinando que aquél que no nace demasiado agresivo es anormal y como tal será tarde o temprano devorado por su entorno.
Jung engloba la agresividad en el seno de las fuerzas vitales que denomina libido, sublimadas en una evolución sobrehumana, una individualización mística y etérica, separada de cuestiones biológicas.
Freud, en cambio, se queda con su libido en el plano estrictamente sexual y la agresividad/instinto, dice, es la gran proveedora de las pulsiones prohibidas y, por tanto, de los conflictos neurogénicos.
Más allá de todo esto, existe la agresividad relacional, aquella que explota cuando existe una frustración intensa y prolongada. Además, sabemos que la agresividad tiene mil formas distintas de manifestarse: desde el que responde con un mal tono de voz debido a su impaciencia, o el que actúa violentamente si se siente mínimamente atacado, hasta el que reacciona con una crueldad absoluta debido a una frialdad emocional y, por tanto, sin adaptar su reacción a la causa en sí.
Nos cuenta el doctor Villard, que el factor más importante del comportamiento agresivo es la “emotividad”. Dice que la emotividad es una actitud para reaccionar ante los acontecimientos sintiendo emociones y que el emotivo se vuelve impresionable y vulnerable. También nos recuerda que, según el filósofo y psicólogo Le Senne, la emotividad es una propiedad de la vida mental, que hace que una percepción o un pensamiento no pueda producirse sin provocar una sacudida más o menos fuerte en la vida orgánica o psíquica y que, al liberarse una cantidad de energía psíquica, eso se traduce en efectos viscerales y en reacciones hacia el exterior.
Dicho esto, podemos suponer que un individuo con una emotividad fuerte puede ser más agresivo ya que existe una correlación directa entre la reacción agresiva y el grado de emotividad del escritor. Así pues, una persona agresiva y privada de libertad, puede fácilmente explotar y reaccionar de manera violenta, ya sea verbal o físicamente.
En Grafología no hay un único signo gráfico que determine la agresividad, sino que es valorada dentro del propio contexto gráfico, donde podremos ver si se trata simplemente de descargas puntuales a nivel verbal, de descargas retenidas y que explotan sin una violencia patológica, de descargas contra uno mismo o de violencia extrema, como también qué le mueve a ese individuo a reaccionar de esa forma.
Posibles gestos gráficos de agresividad:
Escritura Fusiforme: Tiene que ver con una presión con apoyo fuerte hacia la mitad de los plenos, en los trazos descendentes, en forma de huso. Indica un exceso de voluptuosidad y una necesidad de exhibicionismo. La persona puede llegar a situaciones de sobreexcitación, cambios de humor, crispaciones nerviosas, arrebatos, cólera.
Escritura en Maza: La maza es un aumento progresivo de la presión al final de la palabra, que se detiene en seco y termina en punta cuadrada. Refleja una predisposición natural a la acumulación de tensiones emocionales e indica impetuosidad, rabia, espíritu combativo, convicciones fuertes que tiende a imponer su punto de vista y descargas explosivas.
Escritura en Maza en la zona inferior: Tendencia a reacciones violentas en sentido físico. Brusquedad y descargas intempestivas.
Escritura Acerada: Se caracteriza por una descarga en el apoyo, al final de la letra en los trazos orientados hacia la derecha, en forma de aguja. Es un índice de liberación de pulsiones o de tensiones de forma impaciente, de violencia nerviosa y agresiva, aunque a menudo solo es una descarga verbal o irónica.
Escritura en Arpón: Es un movimiento de regresión en forma de gancho o arpón, sobre todo en los trazos finales de palabras o barras de ‘t’. Es un movimiento egocéntrico que se da en aquellos sujetos con afán de agarrarse, de retener o de alcanzar algo. Puede expresar desde la terquedad hasta la agresividad.
Escritura en Golpe de Sable: Es un golpe seco y anguloso que normalmente afecta a las barras de ‘t’ y a algunas letras inferiores. Es propio de un carácter activo y dinámico que puede tener un exceso de actividad nerviosa con irritabilidad e intransigencia. Junto con otros elementos, nos da una idea de un carácter dominante y agresivo.
Escritura en Golpe de Látigo: Su forma inicial es en lazo, proyectándose después de forma impulsiva. Es una tendencia activa y combativa que en algunas escrituras puede suponer un impulso brusco y autoritario, vehemente y con afán de dominio. Este gesto se libera en la expresión física o verbal como indignaciones en personas que no se saben contener.
Nuevamente insistir en que estos rasgos aisladamente no van a ser significativos para determinar la agresividad, puesto que a veces solo se trata de un carácter combativo, enérgico y voluntarioso. Sin embargo, algunos de estos rasgos en un contexto gráfico blando, inestable y de mucha emotividad, es de suponer que la persona será más susceptible de desarrollar conductas agresivas.
Autoras: Imma Lidón y Angels Duelo