Cuando a personajes de la historia como Sigmund Freud o como Donald Trump, se les ha sugerido, desde la grafología, que moderaran su agresividad y sus reacciones emocionales; su respuesta ha sido la misma, utilizar como mecanismo de defensa la negación. “¡Bah, qué tonterías dices!”.
La escritura es como la huella dactilar única y singular. Imposible de copiar, original, pero evolutiva, es decir, aprende y por tanto cambia. Este hecho la convierte en una herramienta útil de conocimiento tanto para ver cuáles son los rasgos de temperamento y personalidad de la persona, como qué emociones forman parte de su ADN y cuáles pueden ser debidas a una situación concreta.
La teoría nos dice que la inteligencia emocional es el conjunto de capacidades personales que posee un individuo a la hora de gobernar sus emociones. Entre ellas hablamos de: autocontrol, perseverancia, cooperación, creatividad, automotivación, capacidad de comunicación, adaptación, empatía y entusiasmo; así como las que forman parte del núcleo primario y genético de la persona.
Y todas ellas son visibles a través de la escritura.
El gesto gráfico se convierte en crisol de las emociones, de esas reacciones psicofisiológicas que desde el sistema límbico, se lanzan sin pensar al neocortex para establecer nuestra posición respecto a nuestro entorno e impulsarnos hacia ciertas personas, objetos, acciones, ideas o alejarnos de ellas. Es el espejo mudo de la persona, la personalidad, su modelo emocional y de comportamiento relacional.
Por ejemplo. La alegría se observa en un texto inclinado, ascendente, eufórico, donde todo vuela, pero también en formas redondas, anchas; por el contrario la tristeza, asociada a un evento puntual, se observará en un texto lento, descendente y débil. Lo mismo podemos decir, y mostrar con ejemplos gráficos, respecto al resto de emociones que acompañan al ser humano como: el miedo, la ira, la ansiedad, la sensibilidad, la comprensión y la generosidad entre otros.
La grafología o el estudio de la persona a través de la escritura, se apoya en principios estables y universales y desde ahí responde.
- ¿Tengo las cualidades necesarias para emprender un proyecto?
- ¿Qué emociones me dominan y cuáles puedo potenciar?
- ¿Seré capaz de cambiar?